Apoyé
mi mano a un hueco
y el hueco me sostuvo:
no hay nada más duro que un vacío
y el hueco me sostuvo:
no hay nada más duro que un vacío
yo no
intentaba llenar nada
ni expandir la nada que ya había
mucho menos conquistar o barajar
una ausencia antologable
ni expandir la nada que ya había
mucho menos conquistar o barajar
una ausencia antologable
yo sólo
me apoyaba, tan así
que aun palpita en mi palma lo inasible
como el ruido de un río que no veo
que aun palpita en mi palma lo inasible
como el ruido de un río que no veo
ahora
todo lo que toco es vacío,
la piel de mi mano es la del hueco
y ya no tomo lo que tomo de las cosas
sino lo que no tomo, sus espaldas
la piel de mi mano es la del hueco
y ya no tomo lo que tomo de las cosas
sino lo que no tomo, sus espaldas
¿será
la espalda de la espalda este poema?
Del: “Libro 3”
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