Al ver su aldea
Gana
Febo el cenit, Lago de llamas,
temblar
mírase el éter igniscente
y en el
monte monotono y silente,
de la
siesta en el horno, arden las ramas,
Contemplando
los yermos panoramas,
el
sudor a raudales en la frente,
baja,
heridas sus plantas, la pendiente
el
viajero senil. Cívicos dramas
lo
expatriaron --diez lustros peregrinoy—
hoy que
toma su alma gigantea,
teme
yerto caer en el camino;
mas, no
obstante que agónico flaquea,
corre
alegre, de pronto, como el vino,
al
doblar un recodo y ver su aldea,
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