El que come callado se condena
Me
abrazabas
y
fumabas el vapor de mi inocencia.
Llovía
insistentemente
en las
carreteras de lata
y el
tímpano estaba a punto de explotar.
Jamás
me diste tregua,
por eso
y sin querer
ahora
te empaño
la
reputación,
con
todo el humo
de las
mujeres
exiliadas
en las
fábricas
capitalistas
del deseo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario