viernes, 30 de noviembre de 2018

JOSÉ ALFREDO SOTO




  
“Detrás de cada vagina hay una botella de licor”
me dijo así mi padre.



Ahora me toca a mí
Cuando la sombra en la cabeza
de sus hijos, detenida,
mi herencia de polvo,
grotesca, grácil, así sea.
Así mismo,
misma silla, misma mesa,
mismo vaso,
una carcajada igual,
me toca.
Y es bonito porque no se sabe
como debemos
llorar.

Desde el fondo de la sangre hacia adentro
los de mi estirpe lloran
(vierten la mirada)
con miel de flor, con nombre
se me va el alma
por la boca  a donde las almas
miran su cuerpo
y mi padre y mi abuelo
y una sola sonrisa (de frente)
de cristal.

Junto a esas cejas, mundo,
donde la escarcha crese
y pasa
de los labios;
un paño de transparencia,
un manantial para borrar los ojos
desaprender lo no aprendido, pero no
no quiero,
pero bebo.

Me falta el cuerpo sin mi sangre,
beber de ella es perder y ser hermoso y fuerte
irse de los ojos
a donde dos cuerpos que se alejan,
a donde mis ancestros,
seguir la vista
y el tiempo:
una cama para dos
que nunca duermen nunca
en la misma noche.



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