miércoles, 26 de junio de 2019

DENISSE VEGA FARFÁN





Cigarras en Beijing



Es la temporada en la que el sol se defiende
de las gélidas masas de nuestros corazones
y madura un tallo de vapor
en el inviolable coto de su rareza.

Confundidas entre los sauces llorones ellas cantan,
libando el durmiente juicio de las hojas,
mientras el tiempo es de alcanfor fuera de los árboles.

Similares años a los de mi primera infancia
han permanecido bajo tierra,
preparando el impasible oficio de su canto,
oyendo a nuestros muertos,
anticipando la contienda de los vivos,
celebrando la ceguera de nuestra habitación última,
endureciendo de savia el instrumento que ahora consuela
la fatiga de los viajantes por el demorado vuelo de retorno
al remo duro del Atlántico.

Deben ser ya cuarenta grados,
por cuanto el cuerpo es un estorbo
como un poema corregido por años
sin la retribución del reconocimiento.
En cambio, sus tórax son más propicios
para el clamor del cortejo,
los élitros cortan el aire monótono
con el furor del cortaplumas
sobre la nuca del invisible enemigo.

Ha de haber un centenar en ése árbol.
Podrían batir hasta calcinarse.

Hacen un sonajero del mundo.

Terminada la estación,
no serán más que cáscara
conteniendo nuestro vicio abandonado.


Beijing, 2013.


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