Mujer mirando a un hombre que limpia
coche
Mujer en restaurante que no
puede permitirse mira a hombre que limpia coche. Mujer de ojo izquierdo más
grande, ojo que divaga y espía a través del cristal con ganas de lejos. Tres
colegas a la mesa y uno de ellos le pide comprobar el punto de la carne. Anda,
ve tú que entiendes. Nadie llega al globo de helio que se burla en el techo del
restaurante.
Hombre que limpia coche
limpia coche. Es tan caro que no le pertenece. Y se agacha junto al
guardabarros con su trapo, y se estira de puntillas sobre el capó, y desaparece
hasta la cintura mientras sacude los asientos. Muestra posturas sucesivas y
también superpuestas, como esas fotos ágiles de Muybridge con atletas desnudos
y caballos.
Mi abuelo fue cochero y
después dueño de restaurante, ¿yo qué soy? Hombre que limpia coche mira a mujer
en restaurante que no puede permitirse y le devuelve el escaparate. Una energía
insolente resucita crustáceos y moluscos sobre el plato.
No se rompe cristal poco a
poco. En su afuera no existe hueco, ranura, agujerito donde hincar herramienta
última. Hay que romper cristal de pronto. O romperlo de la nada, como ese vaso
que alguien golpeó pensando–pensando contra el fregadero y, minutos más tarde,
pedacea sobre la mesa.
De: “Chocar con algo”
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