Plenilunio
La
cabellera le cae con donaire hasta los hombros desnudos tierna
la
combadura de su torso en mi torso
la
aviparda que vuela entre los pinos cercanos desconoce territorios
de
enredaderas y de piedras
zumba
hasta el dominio de la almohada un abejorro que se pierde
entre
las mieses
mis
manos reconocen el relieve terso de tu carne
la
redondez trasera
en
ese atolondrado abalanzarse a la trinchera enemiga
sin
ánimo de victoria
Esa
húmeda profundidad de doncella inmaculada
disciplina al besamanos
para
otra arremetida seminaria
semidormido semidiós lleno de tu fragancia te susurraré
contento
mía
la mujer que no era mía
con
su erguida dorsalidad tu aún soñoliente cuerpo
se
refrenda se contigua en mi calma
fruitiva
mía hermosa mía
te
escuché gemir de madrugada
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