domingo, 11 de agosto de 2019

RABINDRANATH TAGORE




Pájaros perdidos


    1

    Pájaros perdidos de verano vienen a mi ventana, cantan,
    y se van volando.
    Y hojas amarillas de otoño, que no saben cantar,
    aletean y caen en ella, en un suspiro.
    

    2

    Vagabundillos del universo, tropel de seres pequeñitos,
    ¡dejad la huella de vuestros pies en mis palabras!
    

    3

    Para quien lo sabe amar, el mundo se quita su careta de
    infinito. Se hace tan pequeño como una canción, como un
    beso de lo eterno.
    

    4

    Las lágrimas de la tierra le tienen siempre en flor
    su sonrisa.
    

    5

    El desierto terrible arde todo por el amor de una yerbecita;
    y ella le dice que no con la cabeza, y se ríe, y se va
    volando...
    

    6

    Si lloras por haber perdido el sol, las lágrimas no te dejarán
    ver las estrellas.
    

    7

    En tu camino, agua bailarina, la arena te pordiosea
    tu canción y tu fuga.
    ¿No quieres tú cargarte con la coja?
    

    8

    Tu cara anhelante persigue mis sueños como la lluvia por
    la noche.
    

    9

    Una vez, soñamos los dos que no nos conocíamos. Y nos
    conocíamos. Y nos despertamos a ver si era verdad que nos
    amábamos.
    

    10

    Como el anochecer entre los árboles silenciosos, mi pena,
    callándose, callándose, se va haciendo paz en mi corazón.
    

    11

    No sé qué dedos invisibles sacan de mi corazón, como una
    brisa ociosa, la música de las ondas.
    

    12

    -Mar, ¿qué estás hablando?
    -Una pregunta eterna.
    -Tú, cielo, ¿qué respondes?
    -El eterno silencio.
    

    13

    ¡Oye, corazón mío, los suspiros del mundo, que está
    queriendo amarte!
    

    14

    El misterio de la vida es tan grande como la sombra en
    la noche. La ilusión de la sabiduría es como la niebla del
    amanecer.
    

    15

    No te dejes tu amor sobre el precipicio.
    

    16

    Me he sentado, esta mañana, en mi balcón, para ver el
    mundo. Y él, caminante, se detiene un punto, me saluda y
    se va.
    

    17

    Menudos pensamientos míos, ¡con qué rumor de hojas
    suspiráis vuestra alegría en mi imaginación!
    

    18

    Tú no ves lo que eres, sino su sombra.
    

    19

    ¡Qué necios estos deseos míos, Señor, que están turbando
    con sus gritos sus canciones! ¡Haz Tú que solo sepa yo
    escuchar!
    

    20

    No soy yo quien escoge lo mejor, que ello me escoge a mí.
    

    21

    Si me está negado el amor, ¿por qué, entonces, amanece;
    ¿por qué susurra el viento del sur entre las hojas recién nacidas?
    Si me está negado el amor, ¿por qué, entonces,
    la medianoche entristece con nostálgico silencio a las estrellas?
   

22

    Sé que esta vida, aunque no madure el amor, no está perdida del todo.
   

23

    ¡No sea yo tan cobarde, Señor, que quiera tu misericordia en mi triunfo,
    sino tu mano apretada en mi fracaso!



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