El día en que intenté asesinar a Mr. S.
Nadie
sabe por qué me pongo violenta
cuando
las ranas tocan el tambor.
¿Será
la alineación de los planetas
omi
brújula sin meridiano?
Nadie
sabe por qué cruzo el puente al revés
y
torturo a los conejos hasta que confiesen
o
salten por el precipicio con un poema en el cuello.
Nadie
sabe por qué cogí un cuchillo
y
quise atravesar la yugular de Mr. S.
con
un tajo perfecto,
ni
por qué en un pestañear
se
firmó la paz en los estuarios.
Nadie
sabe si queda miel en la cocina
o
si las moscas se siguen haciendo
las
mismas preguntas
al
enterarse de un llanto en el tejado.
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