domingo, 29 de septiembre de 2019

MAGDALENA CAMARGO LEMIESZEK





 
Cruzando el río Leteo




Para ascender desde el último peldaño en la penumbra,
dicen que ocupamos el talento de los artesanos
que forjan sus herraduras sobre el polvo,
martillando sin detenerse
hasta alcanzar la música del hierro,
maleando junto a la huella
también la forma del camino.

Ahí invocaremos la fortaleza
de aquellas manos que sumergieron los metales en el agua
para apagar la furia
que nació en el centro
de todo lo que arde.

Algunos reconocerán las señales de la calma
en el vapor que se deshace encima del paisaje
mientras un manojo de grullas migra hacia lo ignoto.
Al agitarse la sombra del abeto en la corriente,
el yo que somos irá mutando
en el antifaz que cubre el rostro del vacío.
Un turbio alfabeto se revelará ante nosotros
y dejaremos atrás las antiguas pertenencias
junto al mismo miedo que hace siglos
tuvimos la osadía
de dejar abandonado
frente al fuego





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