Esplín
Todas las cosas se visten de una vaguedad
profunda;
pálidas nieblas evocan la nostalgia de París;
hay en el aire perezas de “cocotte” meditabunda.
Llenos están cielo y tierra de un aburrimiento gris.
Otoño el príncipe vela tras una tenue vitrina,
medio envuelto en la caricia de su pálido jubón.
Flora, enferma, se desmaya mientras el Hada neblina
abre a los silfos del sueño su palacio de algodón.
Pulsa el arpa somnolienta; y haz que tus dedos armónicos
salten como plumas de ópalo de un verderol del Edén
y que finjan en tus manos los insectos filarmónicos,
dos arañas venturosas de un ensueño de Chopin.
Yo quiero ver en tus ojos una tiniebla azulina
de la clorótica noche de tu faz plenilunial;
crucifícame en tus brazos, mientras el Hada neblina
fuma el opio neurasténice de su cigarro glacial.
pálidas nieblas evocan la nostalgia de París;
hay en el aire perezas de “cocotte” meditabunda.
Llenos están cielo y tierra de un aburrimiento gris.
Otoño el príncipe vela tras una tenue vitrina,
medio envuelto en la caricia de su pálido jubón.
Flora, enferma, se desmaya mientras el Hada neblina
abre a los silfos del sueño su palacio de algodón.
Pulsa el arpa somnolienta; y haz que tus dedos armónicos
salten como plumas de ópalo de un verderol del Edén
y que finjan en tus manos los insectos filarmónicos,
dos arañas venturosas de un ensueño de Chopin.
Yo quiero ver en tus ojos una tiniebla azulina
de la clorótica noche de tu faz plenilunial;
crucifícame en tus brazos, mientras el Hada neblina
fuma el opio neurasténice de su cigarro glacial.
De: "Los maitines de la noche"
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