Los hijos de los Grises le arrebatan el gozo a las mujeres, justo en el último momento, justo cuando están por acabar. Los hijos de los Grises, en el último instante, se llevan esa gema invisible del sexo de las mujeres y hacen un collar de maravilla.
En las noches cálidas, el collar hecho con los guijarros del gozo humedecido, palpita
en la penumbra inmóvil, sin que nadie se adueñe del temblor. Los Grises ponen
esos collares en las vitrinas de los museos, y quedan tontamente alegres por
haberles quitado el gozo a las mujeres.
Las perlas, algunas oscuras y otras claras, producen un latido inmóvil y
concéntrico, un espasmo translúcido que se pierde en el espacio silencioso.
Pero las mujeres de los hijos de los Grises van, cada vez que pueden, a la
aldea vecina, donde los hombres saben desprenderles del vientre esos cantos
rodados, esas perlas opalinas y latientes, y las dejan flotando en la
entrepierna, húmedas y tibias todo el tiempo, durante la eternidad que dura el
acto.
De: "Umbría"
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