Lejos de todo aquello
Una pinza de acero helada
husmeó por el agua del acuario
y pescó por fin una langosta:
articulaciones, piedras de río
del color de municiones sumergidas.
Ante el panorama de aquel puerto,
el viento marino escupía en el ventanal,
mientras nosotros, abismados, lo pintábamos
de rojo:
en cónclave horas y horas,
hablando de las últimas tenazas.
El crepúsculo, crepúsculo, se iba adueñando
conforme las preguntas saltaban y echaban
raíces.
Entre remos y espaldas de remeros
que se estiran hacia el frente y se levantan.
Y, amigo mío, más poder para nosotros,
tan endurecidos ya, con tan férrea voluntad
de penetrarlo todo en serio,
mientras el mar se oscurece
y se blanquea y se oscurece
y comienzan las citas a surgir
como coartadas maliciosas:
Me hallaba atenazado
entre la contemplación de un punto fijo
y el mandato de participar
en la historia activamente.
"¿Activamente? ¿A qué te refieres?"
La luz a la orilla del mar
se ha convertido en un tenue
matiz, algo difuso entre
la inanición y el equilibrio.
Aún no logro sacar de mis entrañas
esas vidas en la plenitud de su elemento
en el fondo empedrado del acuario,
y yo, frente a la gran enjaulada fuera del
agua,
su fortaleza fuera de sí.
De: “Station Island”
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