Del inédito milagro
Yo
pondré la esperanza, hermano.
Caerá en tu frente,
en tus axilas,
entre el músculo fuerte
y la coraza que te cubre las arterias.
Te nacerá entonces una rosa sobre el pecho
y volcará el horizonte su distancia
para juntar su infinitud silvestre con el cielo.
Y
viviremos en tu rosa,
de su espina congelada y dura
que nos hará firmes como robles;
de su perfume,
alba pequeña,
predestinada esencia y transparente fuego;
de su rocío, cuando el agua falte
a nuestras heridas taciturnas,
cuando la sequedad de nuestras manos
clame por el vino de los racimos dadivosos.
Tu
rosa
mi rosa,
escribirá llameantes taumaturgias,
cuando el cielo llueva luceros de miel
y titilen luciérnagas de harina.
Tu
rosa estallará desde la aurora
y unirá su fuego con mi fuego
con mi pupila que lloró
para sembrar la rosa de tu pecho renovado.
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