Lamento
no literario
El
dolor sinsentido
destruye,
no
hay manera de calmar la mente
e
ignorar la regresión a todos los pasados.
A
veces soy mi madre-rostro,
el
origen de todos los sentidos,
vuelta
cabra por la tensión con mi padre,
el
sol.
A
veces soy yo, la niña,
un
ovillo que llora inmóvil,
sola,
sin arrorró
ni consuelo.
¿Idiota?
Claro.
También
ridícula.
Muchas
veces soy mi madre,
y
entiendo:
el
veneno no solo me ha lastimado,
también
me ha dado forma.
He
sido arcilla de la enfermedad
(¿Tú
no estás enfermo?
Todos
lo estamos.
Para
cada síntoma de estar demasiado vivo,
un
médico y una droga).
Y a
veces en mí hay un vacío,
que
busca comerse a los seres del mundo,
tal
vez también hacerlos llorar.
Soy
violencia para mí,
para
los otros.
Exceso
de significados.
Soy
la perfecta flor viral,
hija
pródiga de todas las guerras
y
todas las máquinas.
Parálisis,
parálisis,
días
oscuros como la mierda,
frío
adentro y afuera,
en
plena primavera.
Frío
interior,
oído
hinchado,
cuerpo
extremado en disforia premenstrual.
La
descripción del mal no es poesía,
pero
poema es curar la herida con su sal.
Duele,
quema,
escribir
para tapar espacios.
Tal
vez así pare el llanto infantil
en
este cuerpo onanista y de azote.
¿Mujer
independiente?
también
dependiente,
codependiente
e
injusta,
caprichosa
niña lastimada.
Cantadora
de lo que asfixia,
boa
constrictora de mi amante,
planta
trepadora de muros derruidos,
siempre,
¡Maldita
sea!
Corazón
sangrante
para
bien o para mal,
para
ascender y sentir,
ser,
vivir
la gracia y
para
desangrar(me)
en
mi autoflagelación,
ansiosa
práctica prohibida
por
la policía de la salud mental.
El
mal es no ser buena.
El
mal es dejar que la hormona ascienda a la conciencia.
El
mal es dar entrada a la corrupción por pensamiento.
El
mal es ni siquiera intentar combatir el mal.
El
mal es pensar en el suicidio después de haber superado los pensamientos
suicidas.
Ser
poseída por la sombra y mirar su kilométrica
enVERGAdura
que apalea,
pero
promete,
según
algunos ocultistas del psicoanálisis,
La
redención de Psyché.
He
pecado, no he superado mi Edipo.
Todavía
me lastima el recuerdo de la desolación,
el
yo, entumido por años.
Tal
vez es bueno que me dejen sola
aunque
me sienta como un perro.
Los
perros son hermosos,
aunque
mueran de soledad hambre rabia cansancio
atropellos
burlas,
siempre
encuentran su sonrisa
grotesca
de lágrimas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario