miércoles, 11 de agosto de 2021

TERESA NOYOLA

 

 

 

Lamento no literario

 


El dolor sinsentido

destruye,

no hay manera de calmar la mente

e ignorar la regresión a todos los pasados.

 

A veces soy mi madre-rostro,

el origen de todos los sentidos,

vuelta cabra por la tensión con mi padre,

el sol.

A veces soy yo, la niña,

un ovillo que llora inmóvil,

sola,

sin arrorró ni consuelo.

 

¿Idiota? Claro.

También ridícula.

Muchas veces soy mi madre,

y entiendo:

el veneno no solo me ha lastimado,

también me ha dado forma.

He sido arcilla de la enfermedad

(¿Tú no estás enfermo?

Todos lo estamos.

Para cada síntoma de estar demasiado vivo,

un médico y una droga).

Y a veces en mí hay un vacío,

que busca comerse a los seres del mundo,

tal vez también hacerlos llorar.

 

Soy violencia para mí,

para los otros.

Exceso de significados.

Soy la perfecta flor viral,

hija pródiga de todas las guerras

y todas las máquinas.

 

Parálisis, parálisis,

días oscuros como la mierda,

frío adentro y afuera,

en plena primavera.

Frío interior,

oído hinchado,

cuerpo extremado en disforia premenstrual.

 

La descripción del mal no es poesía,

pero poema es curar la herida con su sal.

 

Duele, quema,

escribir para tapar espacios.

Tal vez así pare el llanto infantil

en este cuerpo onanista y de azote.

 

¿Mujer independiente?

también dependiente,

codependiente

e injusta,

caprichosa niña lastimada.

 

Cantadora de lo que asfixia,

boa constrictora de mi amante,

planta trepadora de muros derruidos,

siempre,

¡Maldita sea!

Corazón sangrante

para bien o para mal,

para ascender y sentir,

ser,

vivir la gracia y

para desangrar(me)

en mi autoflagelación,

ansiosa práctica prohibida

por la policía de la salud mental.

 

El mal es no ser buena.

El mal es dejar que la hormona ascienda a la conciencia.

El mal es dar entrada a la corrupción por pensamiento.

El mal es ni siquiera intentar combatir el mal.

El mal es pensar en el suicidio después de haber superado los pensamientos suicidas.

Ser poseída por la sombra y mirar su kilométrica

enVERGAdura que apalea,

pero promete,

según algunos ocultistas del psicoanálisis,

La redención de Psyché.

 

He pecado, no he superado mi Edipo.

Todavía me lastima el recuerdo de la desolación,

el yo, entumido por años.

Tal vez es bueno que me dejen sola

aunque me sienta como un perro.

Los perros son hermosos,

aunque mueran de soledad hambre rabia cansancio

atropellos burlas,

siempre encuentran su sonrisa

grotesca de lágrimas.

 

 

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