Allegro
Termina
la mañana como una calle en cuesta
que
baja hacia las frondas naturales del Prado.
Y
ese joven doloroso y urgente
¿quién
sabe lo que quiere después de tanta música
padeciendo
a la orilla de su criatura única?
Quiere
que haya retamas en flor y ramas extendidas de castaño
dentro
de sus moradas de angustia sin pecado.
Quiere
que el insistente, curioso y solitario toro de las alturas
descienda
hasta el origen de su felicidad sin mezcla de ocupaciones serias,
Quiere
que le atraviese la bendición del agua más delgada
junto
a un pétreo y bruñido acantilado de buitres
y
que brille en secreto una red invisible de aciertos espirituales
entre
los viejos puentes y los cerros bermejos con olivos.
Quiere
que su ejercicio de estrellas desveladas
sea
un olor creciendo de realidad de fuera.
Y al
cabo de la racha de alegría invasora
quiere
su ocio del campo y distancias andando...
(Pero
también prefiere acudir a su cita de soledad y de retraso con la música
y
seguir padeciendo a la orilla inhumana de su criatura única).
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