Cuando
muera seré el cordero más blanco de mi rebaño.
Un animal pequeño y tibio,
una gota de té,
la triste canción de los pájaros por la mañana.
Mi carne será dispuesta al sol,
se salará,
y entre los habitantes de mi rebaño
listones al cielo,
canción con peso al hombro
y mis hermanos y hermanas
me imaginarán en un rezo regular y silencioso
como el latido del mar entre las rocas.
Mi muerte ha de ser
la más pura flecha de triunfo y redención
y este cuero
doblará las fibras y los juncos
del mundo donde se apoye.
Yo,
el animal más blanco,
sabré que el cielo me ha visto de bruces
postrado entre los huesos de la tierra,
y me iré con calma.
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