miércoles, 6 de octubre de 2021

EMILIO COCO

 

  

 

Dejadme ya con ellos, con mis muertos.

Con tía Franca y su tímida sonrisa

dentro del marco oval de oro falso,

que se angustia las veces que no acudo

a la cita habitual de cada sábado.

Debajo está tía Gina que ha llegado

en enero de este año a mi despecho,

sin avisarme se marchó en el día

del bautismo de Alessio. No debías

hacerme esta injusticia. Te he llorado

encerrado en mi cuarto en Espinardo

mientras comían paella con mariscos

y brindaban con cava catalán.

Un poco más arriba están mis padres,

él con trinchera y el cabello espeso,

ella con traje negro, demacrada.

Finalmente, lindando con el techo,

reunidos todos en el mismo nicho,

la madre y dos hermanos de las tías,

el abuelo Michele que leía,

para pasar el tiempo, la Gaceta

mascando caramelos que compraba

con el diario en el bar de calle Roma.

Para ti hemos guardado el mejor sitio,

a la vista de todos, en el centro.

Faltan sólo la lápida y la foto.

 

 

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