Ahora
es tiempo
de
caminar entre los restos del asedio
que ha parasitado nuestro cuerpo y lo ha disgregado
para que olvide su forma
Hay
que recoger los trozos,
reunirlos con paciencia
y no llorar
por lo perdido en las grietas
Las
líneas que remiendan la piel
se preguntan dónde deben mirar,
por dónde se prolongan
las arterias balsámicas
fuera de los límites del verso,
ahí,
en ese mundo torcido
que hemos errado en aceptar como vino
herido, hiriente y único
Aprendemos
a andar
con cada desperfecto nuevo
que nos forma parte
Lo no sucedido
impregna la tierra húmeda
y nos llena los pies de barro,
luego se seca
como grano frágil de la pieza de alfarero
Cargamos
su peso
con la fuerza orgánica
que intenta preservarlo
hasta que respira en nosotros
y está tan roto
como nosotros
De:
“La lucidez del dromedario”
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