Como
un detective austeriano
nada
entre manos
como
un detective austeriano
persigo un objeto ajeno
que se vuelve propio
soy
yo a quien persiguen
y me río
pensando que soy yo quien persigo
me
personifico
ropavejero
oficinista
escritor de disfuncionales glándulas hepáticas
entrenado para olfatear el miedo
y los graznidos que se ocultan
detrás de las palabras
creo
ver secuencias del verdugo
previo al delito
sorteo
estrategias
para sacarle alguna
siquiera
ínfima
verdad
o una mentira contundente
para seguir caminando
por este costado viscosamente inmune
sin sentir ganas de apedrear lunas
y demoler edificios
nada
entre manos
sólo unos informes a medio hacer
formulando preguntas ociosas
que parecen conducentes
detallando los movimientos de mi víctima
cómo masturba sus mal ensayadas seguridades
su forma de palidecer
cuando enciende una pista de Thelonius Monk
y lo disuelve la oscuridad
frente
a frente nuestros edificios
nos separa un saludo antiséptico
e inoficioso
de
tanto convivir con él
me conmueve su soledad
es él quien me vigila a mí
es mi plan el que se supedita
a sus imprecaciones
y me deja una inaccesible pista
marcada en la nuca
me
tienta ir a su habitación
con todos estos papeles
contarle todo lo que he especulado sobre él
y reírnos
como dos cabras
uno en el otro fundidos
en una alarma ciega
esperando todo
menos un final de McCarthy
ha
de abalanzarse sobre mí con un estilete
“mi caso es no tener un caso
soy yo el caso de lo que le hace falta
enunciar a mi voz”
le confesaría
antes de llegar a mi yugular
pero
soy yo quien debe esperar
la señal del delito
la absolución
de mi último informe
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