Los
signos del cielo
(Georg.
I,487-8)
I
Era
ella la arbórea reina
el
gigante de la fiesta
su
atenuado tambor.
Gran
planta inconciliable
radicada
detrás
de
una áspera cordillera
consejera
de la media luna
de
cualquier mayo feliz
en
sus improvisados refugios
creciendo
al par de los otros
en
el general murmullo
de
sus larvas apenas entonadas.
Dicen
que después de cincuenta años
en
medio de las pequeñas hojas encrestadas
se
anudarán sus primeras bellotas.
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