El
olor de la mujer
Hay
mujeres que huelen a mujer,
que sueltan un olor animal cuando abren sus poros,
así como una flor asesina abre sus pétalos gigantes
en un mundo oscuro y lluvioso.
Hay
mujeres que sueltan el olor a mujer,
así como sueltan el miedo en la oscuridad
o inventan pensamientos.
Las
mujeres que huelen a mujer no son de fantasía:
son ángeles con enormes alas morenas o blancas o negras,
que mueven sus alas y se convierten en criminales
de amantes enloquecidos que no tienen otro cielo a dónde ir.
Como una aparición entre sombras,
se le viene encima a uno el olor de la mujer,
como el latido secreto de la ciudad,
como los pasos de la mujer en unas zapatillas sin cordones.
Las
mujeres que huelen a mujer
nunca te cierran la puerta en la cara como a un cobrador
y no te dejan viajar en el asiento trasero.
Son
musas o poetas o pintoras que se suben a los tejados
para desnudar más su alma que su cuerpo,
para hacer danzas con ademanes e impulsos de dragonas irreconocibles.
El
alma de esas mujeres tiene más luces que Nueva York
y más oscuridades que la noche,
y el Poeta necesita de ellas
como la vida necesita de la muerte.
Granada
Julio 9 de 2004
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