martes, 1 de noviembre de 2022

WILFREDO CARRIZALES

  

(a Ayarí)

 

III



Los sábados la casa se hace distante por dentro. Recurro a un recóndito valor y recorro, palmo a palmo, la lejanía que ya no pretende regresar. Descubro ( como si nunca antes hubiese sucedido ningún descubrimiento) un derruido rincón en un patio postergado. Hito y frontera de nostalgias.
Los muros han escogido envejecer y en esa vía van desmoronando orgullos y antiguas naturalezas con sus respectivas prosapias.
Por allí siguen transitando incesantes alarifes de un oficio de sueños y de tierra, cal y cantos y piedras mixturadas.
Se siente la presencia de la argamasa nutriendo a los ladrillos. Huelga decir que sobran los atisbos de pálido azul y grises que son mordiscos en las texturas.
(Una cabellera de paja pretende exornar la indestructible cabeza del muro y las futuras lluvias recuperarán los verdes que entrañablemente defendimos mientras fuimos niños).



De: “La casa que me habita”

 

 

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