sábado, 31 de diciembre de 2022


 

GUSTAVO ADOLFO GARCÉS

 

 

Fábula

 

 

Vuela
el hipopótamo
hasta
la copa
del árbol

se tumba
boca arriba

mira
el cielo
y las gaviotas

lee
una carta
blanca

 

JOSÉ LUIS RIVAS

 

 


 

El ojo de la alondra
ducho en menudas

realidades repara
en lo más nimio

Así descubre el grano
entre la paja

la marcha exacta
–de jeme en jeme–

del estricto geómetra
/tan métrica y simétrica/

el sorbo de rocío
recogido en el vértice

de una brizna de yerba
el peligro inminente

y esa nube que nada
más ella advierte

y que la impulsa al vuelo vertical
de caza erecta

sin parpadeo alguno
sin asomo de duda

 

VICTOR RIVERA

 

  

Ituango

 

 

Es un buen día para ver a mi padre,
su espalda cargada de peces,
la red entre las manos, tejiendo
la transparencia de sus tratos con el agua.
Pero dónde está mi padre,
¿No es esa su cabeza,
un punto brillante, aguas abajo,
ardiendo con el sol del Bajo Cauca?
Me pregunto desde cuando soy hijo de pez mutilado,
de un manojo de algas subsumidas,
hijo de una forma rota y circular
como las boyas adheridas a los ríos de nadie.
¿Me equivoco? ¿No es esa su cabeza boqueando
en lucha con un remolino de piedras y esclusas?
Él, nadador en las horas más azules de la tierra,
¿Tan pronto se va al encuentro con el mar?

Creo ver sur garganta más abierta y seca
que el barro que se parte en los veranos,
más boquerón y zanja que las trampas
en que los caballos se rompen las patas.
Desde cuando tanta elocuencia
en un hombre de río y silencio,
desde cuando tanta intemperie
de palabras dichas a la nada.

Barco de papel humilde,
dime que no quieres olvidar mi nombre
escrito en los bordes amarillos de tu vida,
que no quieres ser un fantasma
incapaz de señalar la cara de tus perpetradores,
a gritos, a dentelladas,
dime la razón de tu cuerpo bajando con los barcos,
tu cuerpo sin las manos de mi madre
para decirte esteras de sombra y palma,
tú que apenas ayer olías la noche
adivinando el giro del cardumen,

¿Dónde estás ahora?
¿Quién te arrancó de tu sitio
como arrancar un cedro de tajo,
como dejar sin olor la vida?
¿En dónde está la luz que te llevaba
a la selva virgen y la montaña?
Le recuerdo a gritos que eso de dejarse ir con la corriente no es lo suyo,
que qué hace allí boqueando junto a los peces que él dominaba,
tirado por el suelo de su propio reino.
¿Tan pronto se va al encuentro con el mar?
Un momento, no tan rápido,
quiero arrojarme,
con él quiero arrojarme.

 

MARIANO CASTRO

 

 


 

Enmudece la bruma
la tibia claridad de amanecida,
la vocación del musgo en la piel de la piedra,
el etéreo sonido que en el humus se esconde.

Inusitado y fabuloso canto,
resuelto advenimiento que nunca se descubre.

Mas aún atesoras una sola merced
de agua y aceite perdurables,
para lavar y ungir tu cuerpo;
de bondad trasnochada, un triste rictus,
y este juego inocente, inútil y sin fin
con el lenguaje.

 

 

CARMEN BERENGUER

 

  

Loba

 

 

De dónde esta mueca
Esta boca este rostro
Esta máscara este abrigo
De dónde esta locura
De acompañarte por las noches
Con este negro y este rojo
Esta bufanda que es una bufonada
Y esta vitrina que devuelve esta pirueta
Esta artesanal pinta hecha a la medida.
Y esta lengua de loba despistada
Que te lame.

 

JOHANNA BARRAZA TAFUR

 

  

El árbol de níspero

 

 

junto al que murió mi padre
ha sido cortado.
Mi vecina vino a traerme
sus últimos frutos y una bala
que encontró en su tronco.
Teníamos dos cosas en común,
haber sostenido su cuerpo
mientras sangraba
y mantenernos en pie
sin importar los disparos.

 

viernes, 30 de diciembre de 2022


 

GUSTAVO ADOLFO GARCÉS

 

 

Taller

 

 

La
bruma
entra
al taller

escruta
el lienzo

se ancla
en tu
cuerpo
desnudo

 

JOSÉ LUIS RIVAS

 

 

 

He aquí al coqueto palomo balanceándose
como para emprender un zapateado

Esponjándose como un gallo de pelea:
artista por tablado de angosta marquesina

Al filo del peligro o sobre olas de barro endurecido
que forman el tejado corre pasito a pasito

detrás de una paloma. Al sol proclama,
no cabe duda, el lujo de sus dotes y prueba

(erizado del buche con su abanico abierto)
que el amor es un acto principesco

Y echa luego a volar restallando sus alas
(multiplicadas bajo el recio estrépito)

 

MARIANO CASTRO

 

 

 

Esta antigua y pesada
costumbre de lo exacto
desordena las páginas
de la memoria.

Todo fue como tú lo recuerdas.

El azar es tan sólo
rigor de dioses abatidos,

y el yerro siempre oculta una verdad.

 

 

CARMEN BERENGUER

 

  

A media asta

 

 

El ojo vigila y comparte el conjuro
de las seminales trompas
esculpidas en la frontera:

La difama

Contra el diáfano suspiro
el monte la monta
montándola la flamea:

A media asta percal

 

VALENTINE PENROSE

 

 

 

¡Oh rubia! esto que hemos saboreado de la feliz forma viviente
Esta muerte abundante esta noche conjurada
Demasiado extendida hoy para mi soledad.

 

NIKKY FINNEY

 

 

 

Terciopelo Rojo

La gente siempre dice que no cedí mi asiento porque estaba cansada, pero no es cierto. No estaba cansada físicamente, o no más cansada de lo que solía estar al final de una jornada laboral. No – lo único que estaba – era cansada de rendirme.
– Rosa Parks

 

 

I

Montgomery, Alabama, 1955

El marco: una caja rodante con ruedas.
Los actores: Mr. Joe Singleton, Rev. Scott,
Miss Louise Bennett, Mrs Rosa Parks,
Jaboc & Junie (gemelos fraternales, catorce años)

El juego: Paga tu Cabeza India al conductor,
luego bájate del autobús.
Luego, camina hasta la puerta al final del autobús.
(Luego, aprieta repetir durante cincuenta años)

A veces, el conductor se iba,
antes de que el cliente que había pagado
pudiese llegar a la única puerta abierta.

Harta de autobuses yéndose – sin ellos –
justo en el momento que alzaba su pie, rozando, el escalón metálico:

No era una niña. Estaba en los cuarenta.
Una costurera. Una mujer fiel a
las cosas hechas a mano.

Había crecido en un lugar:
donde sólo la gente blanca tenía poder,
donde sólo la gente blanca pasaba los buenos trabajos
a otra gente blanca,
donde sólo la gente blanca prestaba dinero
a otra gente blanca,
donde sólo la gente blanca era considerada humana
por otra gente blanca,
donde sólo los hijos de la gente blanca tenían libros
nuevos el primer día de colegio,
donde sólo la gente blanca podía conducir a la tienda
a medianoche a por leche
(sin tener que mirar por el retrovisor).

 

 

II

Una costurera trae tela e hilo, cuellos & dobladillos,
ojales, todo junto. Es alguien que sabe manejarse
con el terciopelo.

Arqueándose sobre un río de tela tantea su decisión,
pero no corta, no hasta que los alfileres estén en su sitio,
marcándolo todo; luego, todo confluirá.

Nueve meses después, 1 de diciembre, 1955, Claudette
Colvin, quince años, es arrestada por quedarse sentada; antes de eso,
Mary Louise Smith. El tiempo de actuar, sujetado por dos alfileres.

 

 

III

La costurera de Montgomery espera y espera al
autobús en la Avenida Cleveland. Se sube,
fila cinco. La fila cinco es la primera fila de la sección
de Color. El conductor, que intentó dejarla aquel día,
la había dejado doce años antes. Pero doce años
antes ella tenía sólo veintiocho años, todavía una cría para
el duro trabajo de la resistencia.

A los cuarenta y dos has ensamblado & cosido muchas cosas
en la Alabama segregada. Has oído
“chica negrata” más veces de las que puedes hilvanar
tus modales y calmarte. Has olido al miedo cortar a través
del aire como el hierro sulfúrico de las fábricas de papel. Los pantalones,
camisas y calcetines que has zurcido a la perfección, rutinariamente,
caminan perfectos, rutinariamente, a tu lado. (Buenas. Qué hay.)
Aquellos moviéndose por ahí tan cómodos en tu ropa bien hecha,
bien cosida, escupen rutinariamente, fallan por poco tu manga
perfectamente planchada.

A los cuarenta y dos, tus preferencias son claras, tus costuras están inter-
conectadas, tu paciencia con los imbéciles, tan fina como una navaja.

A los cuarenta y dos, tu corazón pesa de esclavitud, de linchamientos,
y de lecciones para ser “buena”. Has escuchado
7884 sermones de domingo sobre como Dios hizo a cada
mujer a su imagen. Puedes pensar mucho con
un dedal en tu pulgar. Has cogido los bajos de
8230 faldas para amables y bienintencionadas mujeres blancas
en Montgomery. Has soltado el dobladillo de
18809 pantalones para chicos blancos en la edad de crecer. Te has
pinchado el dedo 45203 veces. Has callado para siempre.

 

 

IV

1 de diciembre, 1955: no te habías dado cuenta de quién
conducía el autobús. No hasta que te subiste. Luego
te acordarías, “lo único que quería era llegar a casa.”
El conductor, que te dejó tirada cuando tenías
veintiocho, no volverá a tener el placer
de dejarte tirada otra vez. Cuando
te pide que te muevas cruzas tus pies a la altura del tobillo.

Bueno – tendré que pedir que te arresten.

Y tú, tú con tus cuarenta y dos años, con tus
21199 cremalleras perfectas, tú con tu preciosa
nación de costuras perfectas desfilando todas en su sitio, por
todo Montgomery, Alabama, en las espaldas &
cinturas de negros & blancos por igual, le respondes,

Bueno – adelante puedes hacerlo.

Te arrestan un jueves. Esa noche en
Montgomery, Dr King lidera un canto, “Llega
un momento en que la gente simplemente se cansa.” (No
estaba totalmente en lo cierto, pero era un King.) Te pidió
que te levantases para que tu gente pudiese verte. Te
levantaste. ¡Veritas! No hablas. La indeleble
tinta azul todavía en tu pulgar diciendo, ¡Basta!
Piensas en las cualidades del terciopelo: fuerza
& flexibilidad. Con qué poder sujeta el hilo y
no lo deja escapar. Te abrazas a tu bolso,
las luces azules trazan tu pulgar, resplandeciendo
en el auditorio oscuro.

El lunes en los juzgados, el rocío
sudando en la hierba, caminas por la acera
en un vestido negro con mangas largas, tu cuello blanco
y puños perfectos alzándote,
almidonados en el aire de Alabama. Un esbelto sombrero
de terciopelo negro, un abrigo gris, guantes blancos. Sujetas tu
bolso cerca: todo lo valioso se guarda cerca
de la barriga, igual que habías visto hacer a tu propia madre.
Estás prístina. Puntillosa. Excepcional.
Una costurera. Toda tú recogida y
en tu sitio. Una chica en la multitud, enseñada
a no gritar, gritos, “¡Oh! ¡Se ve tan dulce! ¡Oh!
Esta vez se han metido con la persona equivocada.”

No puedes seguir metiéndote con una preciosa
mujer negra que sabe manejarse con el terciopelo.
Una mujer que puede coger el algodón y la gabardina,
la sirsaca y la seda, tapices circulares y lana
cocida colgando para las cortinas de la casa,
milimétricamente. A una mujer hecha de todo esto no se
la debe subestimar nunca, nunca se le debe pedir que se mueva
a la parte de atrás de nada, jamás se la debe arrestar.

Una mujer que cree que es digna de todas
las cosas posibles. Piadad. Gracia. Bondad. Tanto si
lo crees o no, no ha venido a la Tierra para tocar
Ring Around Your Rosie en tu circo
ambulante de transporte público.

Una mujer que entiende la forma de la simplicidad,
que viste un brazalete circular de alfileres ahí,
en la pequeña curva de su muñeca, una mujer
sagaz y en su sitio que tiene la ayuda de todas las cosas, afilada cual aguja,
plateada, dedicada, eléctrica, puede atraer las telas y a otros
hacia ella, por las pequeñas aberturas que ella y otros
antes han hecho.

Pueden meterse
con una mujer atada, demasiadas veces ya.

Con alfileres balanceándose en las esquinas
de su labios levemente abiertos, esperando a marcar
la puntada, sus dedos hilvanando,
girando en la riostra rojo sangre,
a través de sus dientes apretados levemente
te dirá, sin mirar nunca
hacia ti,

Usted haga lo que tenga que hacer &
Yo haré lo mismo.

 

 

jueves, 29 de diciembre de 2022


 

MARÍA BARANDA

 



 
El dibujante toma la escoba. Lentas apariciones del polvo en
las esquinas. Desgarraduras. Piensa en el papel y en aquellos
cuerpos en fuga. Basurales para la risa. Tiempo que cae lento
de su mano. Sostiene con fuerza su escoba. Los edificios
gimen a su paso, las aceras eructan. Él escucha, escucha el
estertor del tiempo, sus moléculas. Las niñas son lo
inmaterial, sustancia interior del mundo a su imagen y
semejanza. Dios escucha. Dios es polvo. Dios cae lento a las
cinco de la tarde inclinándose sin el peso de plomo de su
cuerpo. Cae a fondo.
 
 
De: “Teoría de las niñas”

 

GUSTAVO ADOLFO GARCÉS

 

  

Glosa

 

 

Un muchacho
rastrilla
el jardín

la colonia
de insectos
es un país
en ruinas

 

JOSÉ LUIS RIVAS

 

 


 

Pregunta el pájaro:
¿Quién soy yo,
Inmensidad,
ahora que ya sé
volar,
si no tú misma?

 

 

ANGÉLICA MARÍA SIERRA

 

 

Pájaros

A Julio Agatón Sierra Domínguez, mi padre

 

 

Padre es una bandada de pájaros
o puedo decir un aviario            libre               un aviario libre

Sobre su cabeza un alcaraván zancudo espanta los espíritus de la muerte
(su propia muerte)
y un ruiseñor hace nido en la concavidad de su boca
mientras duerme
el rey de los cantores ensaya su silencio

Padre es un hombre libre
antes de tener sombra
sus pájaros habitaban el cielo
picoteando las nubes
abriendo el orificio de la lluvia

En sus ojos de fuego – un cardenal rojo
en sus valientes manos – un colibrí
en sus pies de errante sabio – gorriones
todos con sus alas y sus picos tejiendo el bosque

No soy como padre
en mí              los pájaros se saben cautivos
en una porción de nada
elegante aviario de vidrio y metal

Entiendo que quizá               intento retenerlo

 

 

 

CAROLINA RUALES

 

 

El abismo de tu llanto

 

 

Duelo inconcluso
pasado roto
escrito con todos los llantos.

Es el tuyo
arrojado al vacío de este instante.

Antonio
es tiempo de revelar
la geometría de este precipicio
que formó tu ausencia en mi silencio.

¿Por qué no me elegiste?

Sólo la verdad traerá sosiego.

La hora del sueño inducido regresa
tu voz se apaga
me deja dormir.

Arroja algo hecho
de las virutas de tu aliento
una palabra tuya
bastaría para sanarme.

¿Dónde te escondes?

Trae tu mano obrera
mima con ellas mi cabello lacio
se parece al de la niña traviesa
que no eras capaz de reprender.

¿Será esta memoria mi forma de abrazarte?

Busco tus pasos mientras logro perdonarme.

Algún día partiré al encuentro de tu sombra
y será la memoria
consuelo de los que quedan
artilugio invocado de nuestra presencia.

 

MARIANO CASTRO

 

 


El sol rompe en el valle
la música del éter
y se oyen las esquilas
de un rebaño invisible,
un súbito fulgor
más real que tú mismo.

Hace frío en la cumbre
de nieve coronada.

Y desciendes
pensando en el alivio
del teatro de sombras
y el fuego en el hogar.

Nunca sabrás
lo que perdiste arriba.

 

miércoles, 28 de diciembre de 2022


 

MARÍA BARANDA

 

 

IV

 

Cuando el dibujante traza una línea,
relincha la oreja de Dios:
es una yegua.
 
De: “Teoría de las niñas”

 

JULIO FÉLIX ROYANO

 

 

 

Neanderthal

  

Muy bien, hablemos claro.
Alguien ha dicho
que las armas atómicas podrían
deshacernos a todos.
A todos; no a unos cuantos
y eso,
según parece, es malo.

Mucho más malo que antes
cuando morían esos cuantos
y los demás seguían a través de sus tumbas
bebiendo el hidromiel y procreando
y amparando a las viudas y violando a las hijas
de aquellos cuantos.
Y eso, según parece,
no era tan malo.

Pero ahora, con las armas
que nos hemos dados
ya no se puede controlar la destrucción
ni la dirección del estrago
y sin control, podría destruirse
lo que siempre fue salvado
–habrá que esperar que se erijan nuevas casamatas
para resguardarlo–

Es decir que nadie garantiza
que mueran sólo unos cuantos–.
…………
Señor, podríamos pactar con él
aunque no sea muy amigo de cumplir los pactos.
Podríamos mellar el filo de las armas
de nuestros aliados
y dejarle plantar algunas viñas
en nuestros campos.
Y fijarnos cómo fabrican sus tiendas y sus ropas
para imitarlos
–esto, seguro, los halagaría;
esto tiene que halagarlos–.

…………
Podríamos fumar la pipa de la paz
y consultar el oráculo
en el vientre del ave
para ir tirando

…………
Y arrastrarnos astuta y voluptuosamente
con pies y mano…

Pero el hombre de Neanderthal, señor, no nos querría.
Porque él era curioso, progresista y dramático.
Y salió al campo y lo comió una fiera.
Y subió a un monte y lo deshizo un rayo.

 

GUSTAVO ADOLFO GARCÉS

 

 

 

Ciervo

 

 

Nunca
ha llegado
un ciervo
a mis poemas

el más
cercano
se quedó
en los arces

pastó
junto
al arroyo

toda
la tarde
estuve
mirándolo

 

JOSÉ LUIS RIVAS

 

 


 

Érase una mujer
–tendida al sol que pica

sobre la arena parda–
Y a un golpe de pestaña

mil pájaros vestían
sus pechos y su sexo

Sé que olía igual
que la ribera hirsuta

con hirvientes marismas
que ondula la resaca

No eran rudos marinos
sino sencillos pájaros

que sabían posarse
allí donde sus senos

respingan en botones,
(y tupida floresta

circunda sarraceno
jardín de las delicias)

 

ALEJANDRA LERMA

 

 


 

Comenzaste a crecer cuando te vi en la morgue

Sé que las uñas crecen en la muerte.
Antonio Gamoneda

 

Comenzaste a crecer cuando te vi en la morgue
la sábana llegaba a tus rodillas
y pensé que nunca volverías a bailar
se acabaron los pasodobles, la salsa de Richie,
las orquestas cubanas
las uñas y el cabello de tus vecinos seguirían in crescendo
pero imaginé que en ti se extendería el fémur
y te volverías solo piernas
una extensión enorme de corrientes óseas
debajo de las tumbas
como esas enredaderas que la gente llama maleza
mamá está segura de que al otro lado pasan cosas

Parece que las almas no van a discotecas
por eso cuando bailo te siento en mis rodillas
mis huesos vienen de tus huesos
te llevo por las noches a las fiestas
para que no te aburra la eternidad.

 

MARIANO CASTRO

 


 

todo se tornará ciego horizonte,
paso breve
y sombra perdurable,
quimérica visión, deslenguada promesa,
viático nocturno de ceniza.

Oh, tú, rosa de luz,
pura sustancia de la claridad,
haz más dulce el dolor, no tan humano,
en el ígneo limes del lenguaje.

 

martes, 27 de diciembre de 2022


 

VIRGINIA FERNÁNDEZ COLLADO

 

 

5

Verano

 

Vivo en un baldío páramo del mundo. Camino de mi hacia el centro, del mundo hacia la estrella, de la noche hacia el abismo. Quiero de las soledades, amparos, de la vida, pájaros cantarines. Heme en la tierra del desierto, caminando hacia su centro. Elijo, de la grieta, la herida, de su apertura, el cielo. Alas volando hacia todas partes, sean los manzanos, mi casa. Creo en los árboles y las montañas, en los bosques y ríos, en las extensiones áridas y en toda la geografía por la que viajan nuestros lamentos y nuestras dichas. Creo en la tierra, creadora de los animales y de los hombres. Creo en el sol con el que nos calentamos y gracias al que contemplamos la belleza extrema de la tierra por la que flores y espinos pueden vivir. Creo en la noche por la que el día se hace bello. Creo en la lluvia que nos moja y hace crecer la semilla que nos dará de comer. Alabada sea la tierra por la que vivimos y respiramos cada día. Amado, ¿Qué soledad es ésta que invita al recogimiento? ¿A qué soledad me traes? ¿Adónde se alojarán las noches? ¿Adónde irán los miedos? ¿Qué soledad será ésta si no es llamada nieve? Amado, la lluvia es temblorosa como una luna sobre el mar. No ha visto las estrellas. No ha visto los peces. La lluvia tiene un manto, todo lo cubre. No ha visto el cielo. Ciega, la lluvia cae. La lluvia es

  

De: “Bosque”

 

MARÍA BARANDA

 

  

IV

 


Cuando el dibujante traza una línea,
relincha la oreja de Dios:
es una yegua.

De: “Teoría de las niñas”

 

JULIO FÉLIX ROYANO

 

  

En paz

 

 

Dónde irá Dios ahora que va ileso
de los amagos de mi dentadura.
Ahora que se cobra con usura
aquella abdicación ante mi beso.

Yo lo agredí en tu carne, lo confieso,
y él me arroja esta paz desde la altura:
esta asepsia total, esta impostura
de la ecuanimidad, este suceso

destronador y vaciador y aleve.
Porque te vas: yo he visto la vereda
y echada estaba allí mi propia suerte.

Te dejo ir. Por la vereda llueve
la sucia paz, lo único que queda.
Esta paz que compré, llena de muerte.

 

GUSTAVO ADOLFO GARCÉS

 

 

 

Pájaros

 

 

Para quien
los oye

es todo
lo que ocurre

 

JOSÉ LUIS RIVAS

 

 


 

El gorrioncillo
que golpea su pico

contra una rama
para limpiarlo:

peluquero a la antigua
que afila su navaja

con ágiles planazos
contra recia correa

 

LUZ HELENA CORDERO

 

  

Santo y seña

 

 

Mi padre,
severo y absorto,
cuando estalla la ternura
solo encuentra una expresión
que se le sale por los ojos,
como quien toma el barro
y sopla para crear a Dios:
¡Qué belleza!
Con estas palabras forja
el asombro y la fuerza,
el sortilegio y el gozo de la vida.
Vuelvo a ese santo y seña
para redimir de las cenizas
la sustancia de mi padre.

 

lunes, 26 de diciembre de 2022


 

VIRGINIA FERNÁNDEZ COLLADO

 

  

4

El sentir bosquimano

  

En las mañanas claras del verano,
los pájaros siempre vuelan alto por los caminos del cielo
que los lleva a las aguas del mundo,
buscan los ríos,
danzan las alas
y siento en mi espalda el batir de mundos y picos,
como aquel bosquímano,
siento fluir por las venas la libertad del estornino.
Canto el canto del riachuelo,
siento el frescor bajando por la espalda,
ya llega y baila,
resbala y cae como fluyen las lenguas.
Silente llega la noche y duermo en la rama,
vivo en el aire y solo escucho el viento
que viaja a mis tobillos como una serpiente
y sube, sube, sube.
Así la vida va.

 

 

 

ALMUDENA VIDORRETA

 

 

Advertencia

 

 

Puede que al salir de tu escondrijo
te sorprendan, como a mí, los alacranes,
que el espectáculo no te entretenga
y a menudo la impostura te incomode.
También, probablemente, tengas miedo,
se te frustre la pasión advenediza
y preguntes sin descanso las razones
por las que hay depredadores, ruido, bestias.
Verás en cuanto salgas
adentro de la selva por mi herida
que conviene entrenarse en fortaleza,
león, marmota, avión y caramelo.
Así te aprenderé y cuando leamos
un día entenderás que, hasta nosotros,
que te hicimos de todo el amor,
de todo el deseo y las ganas,
somos animales imperfectos
y, con eso del instinto que supura
de estas pieles de raza furiosa,
si hemos de morder, mordemos,
sobre todas las cosas, por ti.

 

De: “La cicatriz de la selva”

 

SOFÍA RODRÍGUEZ

 

 

 

tomaré las manos blancas
de la lluvia
para correr con ella
                 a todas partes
tejer en          ramas tibias
                  nidos de remolinos y frescura
perderme en arenas
de las arenas             dentro
               filtrarme ahí
poco a poco en lo profundo
donde el silencio se escucha de otra forma
como gorjeo carnal que se              lamenta
sollozo amable y delicado
que ahogado              persiste
un solo llorar para poder crecer
                                                    enredadera
de nutridas curvas
volver a ser
                      cuerpo exacto
                       vivir
en lo que nos da forma y desintegra
lo que nos ama en nube polvo
                                                    o semilla
lo que nos vibra y decanta
en la comisura de la palabra
en el torrente de mariposas
aún colgadas de su crisálida

                 promesas
que no piden luz a la sombra
porque conservan de la oscuridad
                    el brillo

 

MOHSEN EMADI


 

Embebido en bebida

veo el crepúsculo en el Paraíso

momento de ausencia de calor del Infierno

y de repente la noche

a partir de esta improbable lejanía

sin presencia

                     de

                             infiernos

                    de

                            tantísimas

                                       estrellas

                                                   el

                                                cielo

                                             no

                                                 es

                                  hermoso

 

 

ANNA GREKI

 

 

Aún más desnuda que el agua

 

 

Y tuve el deseo que nunca me abandona
De tenerte dentro de mí donde está el corazón
Donde late la sangre donde se multiplica sin límite
La alegría –sin el horizonte sensible de la piel
                Aún más desnuda que el agua

Y tuve el deseo que nunca me abandona
De una pradera refrescante de tu voz
En verano siempre es mediodía en mi país
Mediodía sin línea ni color mediodía lo negro
                De pie llenándose de sol

Y tuve el deseo que nunca me abandona
De tu voz –entre los labios entre las piernas
Entre la unión brillante del grito y la alegría
Entre el pliegue de la leche nocturna y de la mañana
               Adonde voy a beber beber

Y tuve el deseo que nunca me abandona
De un puente plantado entre mí misma y la imagen mía
De una roca en que me miro pensando en el abismo
Que me separaba de mi bien de mí misma de los míos
              Entonces lo tendría todo

Y tuve el deseo que nunca me abandona
Del camino del retorno y de sacarte al mundo
Mi almendra mi almendro mi vida tan redonda
Del retorno y de nuestro renacimiento Allá
              Donde tuve ese deseo

 

De: “Algérie, capitale Alger”

Versión de  Souad Hadj-Ali Mouhoub.

 

Nota: Anna Greki, seudónimo de Colette Anna Grégoire, es una poeta argelina de origen francés.