Enmudece
la bruma
la tibia claridad de amanecida,
la vocación del musgo en la piel de la piedra,
el etéreo sonido que en el humus se esconde.
Inusitado
y fabuloso canto,
resuelto advenimiento que nunca se descubre.
Mas
aún atesoras una sola merced
de agua y aceite perdurables,
para lavar y ungir tu cuerpo;
de bondad trasnochada, un triste rictus,
y este juego inocente, inútil y sin fin
con el lenguaje.
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