En
paz
Dónde
irá Dios ahora que va ileso
de los amagos de mi dentadura.
Ahora que se cobra con usura
aquella abdicación ante mi beso.
Yo
lo agredí en tu carne, lo confieso,
y él me arroja esta paz desde la altura:
esta asepsia total, esta impostura
de la ecuanimidad, este suceso
destronador
y vaciador y aleve.
Porque te vas: yo he visto la vereda
y echada estaba allí mi propia suerte.
Te
dejo ir. Por la vereda llueve
la sucia paz, lo único que queda.
Esta paz que compré, llena de muerte.
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