Santo
y seña
Mi
padre,
severo y absorto,
cuando estalla la ternura
solo encuentra una expresión
que se le sale por los ojos,
como quien toma el barro
y sopla para crear a Dios:
¡Qué belleza!
Con estas palabras forja
el asombro y la fuerza,
el sortilegio y el gozo de la vida.
Vuelvo a ese santo y seña
para redimir de las cenizas
la sustancia de mi padre.
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