En
cada ventana que abro
una
nueva mujer
me sonríe.
Nuevas
muertes,
niños
dando cabezazos contra la boca del útero.
Los
colores
se calman
en la
ropa
secándose
en el alféizar de las ventanas.
Aquí
se tiende el negro
allá
se recoge el rojo.
Nunca
abrí
las
ventanas
a
las mujeres que esperan.
Las
campanas
de
las iglesias
propagan
el domingo.
Saludo
con la mano
a
una mujer absorta en la nada
que
sacude
su
cigarro en la barandilla del balcón
liberada de esperanzas
escapada
de la muerte
colgada de la nada
con
ojos
vacíos
vacíos
que
caen
en mis poemas.
Saludo
con la mano.
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