Los
monstruos, los espectros, los cuerpos atormentados y bajo suplicio
habían
desaparecido tan bruscamente como habían surgido.
Ya
no me sentía asediado por visiones lascivas.
El
cielo ya no estaba repleto
de
serafines y grifos,
ya
no había lucha
entre
los ángeles y los demonios.
Incluso
los vencejos habían cesado
su
vertiginosa coreografía.
Mi
corazón latía de nuevo con normalidad.
El
clima también había cambiado,
las
nubes se habían disipado,
el
cielo era ahora invariablemente azul.
El
alcohol ya no tenía el mismo efecto.
Permanecía
estupefacto, vagamente preocupado.
Sentía
una inmensa tristeza,
me
sentía profundamente desamparado.
¿Qué
había pasado realmente?
¿Qué
tempestad se había levantado de tal forma en mí?
¿Qué
exaltación?
Una
vida cambiante, múltiple, una inmensidad violenta.
De: “Puerta del sol”
Version
de Mariano Rolando Andrade
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