Como
quien cultiva frutos tardíos
miro
el paisaje marino que simulan los Andes
con
el ojo infantil que ve hacia dentro,
sus
vastas olas cuaternarias
en
vino verde y tierra
que
semeja cansado el vino forastero.
Llamado
por el desorden del canto
siempre
a la orilla de todo, al borde
siempre
a punto de,
en
el vecindario que juega con lo extremo.
Han
pasado las olas,
se
han mecido las rocas como sobre el mar de lava.
Hoy
soy yo quien se mueve, soy el movimiento,
hoy
el río que nunca vuelve ha subido al verso
reflejo
de lo que fui, espejismo
de
lo que soy por lo negado.
De:
“Este día, este momento”
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