La
muerte de la rosa
Sola,
mustia, de amor murió la rosa,
del sol enamorada en pleno día,
cuando en su corazón el fuego ardía
del anhelo imposible de ser diosa.
«Diosa ya no hay», le dijo el espacial
astronauta, científico, viajero,
mecánico obediente y personero
de una invasión grosera y material.
Entonces ella al exhalar su aroma
y subir al empíreo en suave vuelo,
oyó que el Sol en encendido idioma
Le dijo: «Esposa, deja el bajo suelo
y ven a ser dentro de mi esplendor
el íntimo secreto del amor».
No hay comentarios:
Publicar un comentario