A
una flor sin aroma
¿De
qué sirve, bella flor,
que ostentes tanta belleza,
si falta a tu gentileza
el perfume embriagador?
Si la brisa que al vergel
acaricia juguetona,
de ti no lleva el aroma,
como de rosa o clavel.
Creyendo aspirar olores
Se acercan a ti las aves
mas no hallan perfumes suaves,
sólo tus bellos colores.
Y se alejan, y a otra flor
humilde, pero aromada,
la avecilla enamorada
da sus cantares de amor.
Eres tú, flor sin olor,
como la joven hermosa,
de faz de nieve y de rosa,
de aire dulce y seductor…
Que ufana con su hermosura
lo más precioso descuida:
la virtud, bien de la vida,
perfume de una alma pura.
1890.
Publicado por el “Diario del Salvador” el lunes 15 de enero, 1906.
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