Esta
revolución parece poca cosa. Tiene su grado de ruptura, su punto de inflamación
convenientemente alimentado, pero le falta aderezo. Un par de soflamas bien
traídas engordarían sustancialmente este cuerpo anoréxico de revolución. Porque
esta revolución mía viene distraída. Gasta enfermedades ajenas a las
revoluciones más sofisticadas, cojea de timidez, le falta candor y hambre de
destrozo. Viene con aliento de fuego sí, pero uno de esos que acompaña, uno que
se ha vuelto más lumbre y compañía íntima, nada parecido al corte flamígero de
las espadas que Uriel utilizó para vigilar ese vergel impenetrable.
No hay comentarios:
Publicar un comentario