LA ENFERMEDAD INVECTIVA
Para descubrir las causas de mi experiencia disentérica en cada evento,
vertieron tinta, un gran error, en la cánula del gastroscopio,
los médicos patólogos, y me diagnosticaron la enfermedad invectiva,
asociada al reflujo literario, que me bajaba por el esófago y me oxidaba las encías.
Cuando, como un perro cínico con collar, olfateo el olor de la mala moral o el hedor de la egolatría,
no tolero al otro-mundo, víctima de una xenofobia excesiva,
olvido toda forma de juego limpio, me hundo en la niebla del Berserker,
furioso y negro como un zulú obligado a soportar a un afrikaner,
hablo de romaní a sinti, de sinti a gitano, de gitano a rumano, de rumano a romaní...
y no puedo contenerme gritando Hitler Aleikhem Shalom.
Si no te digiero, oiré «hou, hou, hou», como Leónidas en las Termópilas,
identificando a los gusanos que me rodean, de ahí el aumento de mis eosinófilos,
emito ácido clorhídrico en exceso y dejo de desinhibir la bomba de protones
con la desesperación de Mazinger rechazado por la mujer biónica,
escupiendo hectolitros de cianuro en mi cara con la habilidad de Naja nigricollis
en la cara de quien, dándome aburrimiento, sea condenado a golpearse la cabeza contra la pared.
Comprender el ethos de mi vida necesitada de ataraxia,
el bárbaro se encuentra con el ciudadano en la chôra de la anti-'poesía',
todos ustedes, nadie excluido, se verán obligados a aventurarse en grupo
en los laberínticos meandros de mi invectiva.
Versión de Kamila Pereira H.
LA MALATTIA INVETTIVA
Per
scoprire le cause del mio vivere ogni evento come in dissenteria,
hanno
versato inchiostro, enorme svista, nella cannula della gastroscopia
i
medici anatomopatologi, e mi hanno diagnosticato la malattia invettiva,
associata
a reflussi letterari, dilagati dall’esofago, a ossidarmi la gengiva.
Quando,
cane cinico al collare, fiuto odor di malcostume o lezzo d’egopatia
non
riesco a tollerare l’altro-nel-mondo, vittima d’abuso di xenofobia
dimentico
ogni forma di fair-play, calo nella nebbia del Berserker,
incazzato
nero come uno Zulu costretto a sopportare un afrikaner,
dico
rom al sinti, sinti allo zingaro, zingaro al rumeno, rumeno al rom
non
riuscirei nemmeno a trattenermi dall’urlare a Hitler aleikhem Shalom.
Se
non vi digerisco sento dentro «uh, uh, uh» come Leonida alle Termopili,
identificando
i vermi, che mi stanno intorno, coll’acuirsi del valore dei miei eosinofili
emetto,
in eccesso, acido cloridrico e smetto di disinibire la pompa protonica
con
la disperazione di un Mazinga mandato in bianco dalla donna bionica,
sputando,
con l’accortezza del Naja nigricollis, ettolitri di cianuro
in
faccia a chi, dandomi noia, sia condannato a sbatter la testa al muro.
Per
comprendere l’ethos del mio vivere in assenza d’atarassia
barbaro
che incontra un cittadino nella chora dell’anti-«poesia»,
sarete
tutti, nessuno escluso, costretti a inoltrarvi in comitiva
nei
meandri labirintitici della mia malattia invettiva.
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