lunes, 5 de mayo de 2014

FRANCISCO DE ASÍS FERNÁNDEZ


 
 

A Rubén

 
 

Rubén Darío

repugnante y amado figurón

en cursis monumentos de las plazas;

eres inaguantable.

 

Tu nombre pesa montañas sobre nuestros hombros;

no podemos seguir bajo tu carga.

Te has convertido

en el viejo maniático y gruñón

en el abuelo fantasma

vestido con tu largo camisón

con la sábana sucia como capa.

 

Eres el muerto misterioso

con el que la mamá nos amenaza.

Tienes que convencerte que es horrible

andar con un Rubén sobre la espalda

y más horrible aún

encontrarte en las aulas, en las plazas,

montado sobre un cisne o su centauro,

en las tapas de los cuadernos con rayas

en cajas de cerillas y bombones,

en pañuelos y en faldas,

y en las horripilantes mojigangas

con que Febrero anual roe tu fama.

 

Ya no hay dónde escapar que no nos halles;

cada paso que damos, cada palabra,

cuanto hacemos lo miden con la vara

de medir que está sobre tu estatua;

cada verso

labrado en fiel trabajo

de nuevo con tu ceño nos encara,

y tu gesto desdeñoso y olímpico

ahuyenta el entusiasmo

de mi festiva y juvenil comparsa.

 

Sin embargo, te amamos,

Rubén, “paisano inevitable”,

Rubén de nuestra sangre y nuestra raza,

a pesar de tu exótica insolencia,

de tus zarzuelas con marquesas y con faunos

de las mascaradas en que te disfrazabas,

de Dios griego, de monje, de aristócrata,

de embajador de farsa con medallas.

 

Te amamos porque a veces

te ponías triste

con la tristeza original de nuestros indios

que gimen en silencio

y lloran sin lágrimas.

 

Te amamos porque a pesar de tu snobismo

de rico reciente, de noble de nuevo cuño,

a veces, con afectado olvido

confundías en las plumas del tricornio

tu pluma de cacique, disimulada

(no tanto que no la notaran los de España)

y con ella, empuñada como lanza,

escribías cosas hondas y amargas.

 

Te amamos porque en lo íntimo

de la noche callada

te abrías la levita

constelada de bisutería y piedras falsas

y mostrabas bañado en roja sangre

un trozo de carne palpitante

que era el propio corazón de Nicaragua.

 

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario