Ciudad
inmóvil
Por
eso el alba
por eso el alma
se
escapan de pronto
y
perdemos de súbito
la
sencilla pasión de estar vivos
Se
nos muere el día
Se
me mueren las horas en el pecho
y
de golpe me quedo en otra parte
me
llamo y no vuelvo
Digo
mi nombre
¿Soy
acaso esos rostros que el pasado acumula?
Me
busco sin propósito
Grito
mi nombre y no me reconozco
Después
de tanto vivir
¿por qué volví a mí mismo?
Los
ojos se me llenan
de calles que olvidan el rumbo
Los
automóviles cruzan por la avenida
como
una sucesión de hábitos incomprendidos
de
palabras amables gastadas por el desuso
Por
toda la ciudad los teléfonos suenan
llamando
a un número equivocado
Digo
mi nombre. Lo grito
Digo
tu nombre
Grito
nombres que conocí de carne y alma
Pero
nadie me conoce en este parque
de
árboles mudos y pájaros inmóviles
de
jóvenes ancianos que se mueren vivos
de
adolescentes que se acarician inútilmente los sexos
y
de nosotros
que
invadimos la vida con nuestros amoríos estériles
y
nuestros compromisos de papel
decididos
a ser felices cualquier otro día, cualquiera
muriendo
la muerte
de
tantas vidas que no nos atrevimos a vivir
Las
puertas se cierran
se cierra la noche
Con
ladridos sordos
los
perros se enfrentan al silencio.
México, D. F., agosto de 2004
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