martes, 3 de junio de 2014

PEDRO ANTONIO ARAYA




La tierra es un hombre
 
 

Las grandes mandíbulas del silencio       eso es lo que oyes
lo que oyes         no es lo que oyes
vahídos       el dónde en tu mente
                la quizás ni acabas de oír palabra
y así pareciera que viniera a nacer     en el medio
del camino entre el origen y el fin del mundo
qué tan mundo miras      y los párpados entreabiertos de miedo
a la inmensidad       cambiada de hombre
van considerando las manchas      que pronto arremeten
y sientes el golpe       el sobreruido del polvo denso se levanta
ante ti      y reconoces las formas de los cuellos erectos la tensión
de la escritura que cae cae de incendio de bruces y vomita
sobre la boca del musgo sus cenizas por volcán urdido
de aposentos puros sembradíos sudorosos en la toda rápida
marea que resbala ante los músculos las ancas duras de hermoso pelaje contra el sol y es
el abrazo vivo también los cascos el suelo pulsante la extensión de los siglos en sus ásperos crines y debes correr por dios que
tienes que correr abriendo las alas
los labios la cabellera pintada entre la vida y la muerte para el cruce ante estas manchas potreras granates garras de relincho puro y tierra contra el esternón blandamente frente a
un paisaje de inmensos ojos espumas olores todo porque todo el horizonte está cubierto sin
tener el con qué
devolver
            el habla al cauce bárbaro de las familias
cubierto de caballos hermosos sementales yeguas perfectas galopándonos encumbrándonos así habitando habitando no el mundo sino su creación.

 

 

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