lunes, 4 de septiembre de 2017

VANESA PÉREZ-SAUQUILLO





Escucho los ladridos, distintamente,
pero nada sé de ese perro que arde
ni del dibujo de su huella por la tierra abrasada.

Reconozco a los que lo han mirado
frente a frente. Escucho sus historias.
He pasado varias veces la mano
ante sus ojos blancos desde entonces
y he sentido una llama calentarme los dedos.

Pero yo sólo escucho los ladridos.
Incluso cuando salen de mi boca.


Nada sé de poesía.


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