Enfermedad de talking
Puso
incendio para el café,
quitó
la tapa del cerillo
y se
sacudió los perros de la cabeza.
La
ventana de su librero
dejaba
entrar la caja vieja de zapatos
que
días antes había visto envuelta en el diciembre agrio tostado del vaso.
Miró su
rostro en el cajón:
sintió
entonces la pintura correr por su latido,
ánimo
del suelo el de su cuerpo recostado sobre la fina azotea comprada en Venecia.
Preguntó
por ella:
respondió
el toc (tic tac) toc de un pájaro que voló dentro de la licuadora.
-No sé
más de mí-
contestaron
las voces terribles de su gripe
que, a
estas alturas de la fragancia,
habían
ya cocinado una pasta compuesta con letra de molde.
Dijo
adiós,
pero un
ligero, casi imperceptible bosque,
le
abrazó de pronto, y ella, de sí,
volvió
otra vez a lo real
y
contempló la cuchara ciega
que
buscaba, esta vez,
azúcar
por encima de la mesa.
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