miércoles, 11 de septiembre de 2019

ROBERTO AMÉZQUITA





Umbral
  



(A)

Desnacen
las astillas de la luz en el presagio,
el basamento vocal anuda
la urdimbre de las estrellas,
y sólo la tráquea queda
para decir la noche.
La tiniebla arde su constelación,
anuncia el inicio de las vindicaciones.
(Debo pronunciar la llama de cada vela, el canto
de cierta sombra en mitad del día).
El nombre se apenumbra en las auroras,
los rincones oscuros labran
su fragor en el espejo,
y su plateadura musical,
relumbra en disonancias.


(B)

El equilibrio en desencuentro también hace armonía,
el crepúsculo arremete en contra de sus repeticiones
y la noche se vuelve a favor de la tiniebla conmovida.
Los afectos del espíritu irradian sus ecos interminables
aunque no todo nos mueve a la turbación de la penumbra,
sí ésta consagración nocturna en que las pupilas se dilatan.
Las hogueras emocionales relumbran su estruendo,
hay ya demasiada claridad en el escándalo del día.
La luz se agita
entre el significado de la nada.


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