miércoles, 11 de septiembre de 2019

YEMIRA MAGUIÑA





Susurro de una niña que fue madre ayer



Vivo triste a pesar de la vida.
Triste a pesar del amor.
Triste porque los azules eran rojos y nadie me lo dijo hasta que reclamé una tarde.

Vivo nostálgica a pesar de las realizaciones,
nostálgica a pesar de los sueños nuevos.
Nostálgica,
arrinconada entre deseos infantiles y románticos que jamás se cumplirán.

Una carta que nunca se escribe,
una canción que nadie escucha,
un amor tibio que tiene miedo de mi
y que, mientras estoy, no abre ninguna ventana
para que me acaricie la luz.
Me siento horrible, a pesar de la belleza de mi cuerpo,
horrible a pesar de mi juventud que apenas crece.
Horrible porque soy, con las curvas de mi talle, solo deseo.
Deseo mórbido y bajo,
¡y qué significa que nada pueda rebasar esto que soy!
Al menos un día sin tocarme, al menos una hora sin el instinto de posesión.
¡Unos segundos
un segundo pido!
Acabada la noche,
imagino la felicidad afligida a la que llegaré.
Porque a pesar del perdón un momento del día muere en mi recuerdo,
y me hiere y me abre, y me deja sangrante.


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