Susurro de una niña que fue madre ayer
Vivo
triste a pesar de la vida.
Triste
a pesar del amor.
Triste
porque los azules eran rojos y nadie me lo dijo hasta que reclamé una tarde.
Vivo
nostálgica a pesar de las realizaciones,
nostálgica
a pesar de los sueños nuevos.
Nostálgica,
arrinconada
entre deseos infantiles y románticos que jamás se cumplirán.
Una
carta que nunca se escribe,
una
canción que nadie escucha,
un
amor tibio que tiene miedo de mi
y
que, mientras estoy, no abre ninguna ventana
para
que me acaricie la luz.
Me
siento horrible, a pesar de la belleza de mi cuerpo,
horrible
a pesar de mi juventud que apenas crece.
Horrible
porque soy, con las curvas de mi talle, solo deseo.
Deseo
mórbido y bajo,
¡y
qué significa que nada pueda rebasar esto que soy!
Al
menos un día sin tocarme, al menos una hora sin el instinto de posesión.
¡Unos
segundos
un
segundo pido!
Acabada
la noche,
imagino
la felicidad afligida a la que llegaré.
Porque
a pesar del perdón un momento del día muere en mi recuerdo,
y
me hiere y me abre, y me deja sangrante.
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