viernes, 6 de marzo de 2020

ENRIC SÓRIA





Ars poetica


                            His little, nameless, unremembered acts
                                                          of kindness and love.
                                                                      Wordsworth

                                                               der sússe Glaube
                                        an Wesen, die mein Traum gebar,
                                    der rauhen Wirklichkeit zum Raube,
                             was einst so schon, so gottlich war
                                                                    F. Schiller



Cómo podría no acordarme de vosotras,
tardes anónimas,
vacías como el deseo, cuando en nada descansa.
Las horas en que, altivo,
abandonaba el gris ajetreo del hombre,
buscando la más callada voz,
la que me era precisa.

Tardes solitarias, sólo para mí vivas,
sólo para mi amor llenas y resonantes.
Bajo esa luz, el turbión de los hechos
quiméricamente llegaba a transformarse
en señal de aquiescencia,
tan bella como digna,
y el recuerdo más sórdido era fuente
de un centelleo amable,
si el deseo del tiempo, tan antiguo,
anidaba también, allí, divinizándolo.
Como evocan las ruinas forjadores imperios,
quizá con esplendores que jamás alcanzaron,
y la memoria inventa
falaces espejismos en el ayer desierto,
así yo agradecía las horas y las cosas,
y de una perfección derivé las restantes,
juzgándome, juzgándolas,
con atenta franqueza y la atención
distanciada y tranquila.
Dejando en el olvido los míseros rencores,
asperezas, actos calamitosos, brusquedades.
Así, en las quietas horas,
el mundo y mi destino por fin no parecían
dos seres escindidos, dispersión de fragmentos
en danza inacabable.
Así, la lucidez
edificaba espectros renovados.

Poco duró la farsa.
En el rebaño humano, la pantomima es ley;
y el silencio no encuentra una rendija
en que vivir por el silencio ajeno.
Los hombres pasan, sonámbulos, histriones,
armados de sus vagas creencias y motivos,
con ciega confianza en los objetos.
Del resto, una vez más, el olvido se encarga.

Cómo no acordarme de vosotras,
tardes sin nombre, tardes en que el amor
inventaba palabras convenientes,
palabras que jamás deberían ser dichas por el hombre,
por nadie predicadas.
Igual de inútil que buscar la firmeza en las nubes,
la ternura en las piedras.

Entonces, cuando hablaba a mi solo deseo. 


De: "Andén de cercanías",
Versión de Carlos Marzal



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