lunes, 19 de julio de 2021

JUAN CARLOS CABRERA PONS

 

 


 

c.

 

 

Pero si el tiempo justo
–su balanza de seda milagrosa–
no depara fortuna a mis papeles
dirás:
Nunca fui suya,
jamás entró sus manos en mis aguas tranquilas,
no me tocó al tocarme;
y además era feo:
su imagen aumentó mi astigmatismo.

Eduardo Lizalde

 

 

 

No persistió mi palabra en la distancia, no deparó fortuna
el tiempo a mis papeles.
Jamás la amada se bañó en mis aguas turbias.
Manco y torpe, feo astígmata,
mi imagen alentó el olvido en su memoria. No deparó fortuna
el tiempo a mis papeles.

 

Para que mejor pudieran escucharla, cubrí sus oídos de antemano sordos,
pero ninguno supo distinguir su canto del agitado canto de las olas.
Para mejor vencerla,
caí en su trampa; para mejor huir
até mi cuerpo a erecto mástil, impaciente. La perdí
para mejor buscarla,
para que las amarras en mi piel ardieran esa noche.

 

Pero el tiempo
no deparó fortuna
a mis amarras.

No persistió mi canto en sus oídos como su silencio en la palabra mía.
No deparo fortuna
el tiempo a mi ceguera. Nadie sabrá que he muerto,
que si feo astígmata en vida anduve, doblemente incompleta
fue mi muerte. Pero lo triste
no fue que mis ojos lo cegaran todo;
fue no ser visto por ella que cegaba, dadora
del astigmatismo. No deparó fortuna
el tiempo a mis papeles, ya nunca los lectores
sabrán de su ceguera.

 

 

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