Resurrección
Guardo
entre mis objetos personales
los
clavos que dejó en mi lecho
el
resucitado
El
madero crucifica la pared vacía
ante
la vela oval
te
asombras por las sandalias de cuero
por la
mochila de piel
por
la osamenta de hombre o lagarto
y yo
que no sé del misterio de la carne
sólo
puedo mirar la reja abierta
los
tres clavos de sangre clavados
en
el horizonte de mis ojos de hierro
Antes
de la cena escuchamos lejanas voces
ecos
de ancianos que abandonaban su querencia
para
irse a clamar el caos al desierto
(cuentan
los niños desnudos de la plaza
que
a las tres de la tarde
bajo
un sol carnicero
una
silueta humana desolló las aves de la iglesia
vistiéndose
de cuerpo con despojos recogidos
en
el cementerio animal)
Toda
sacralidad es un acto de locura
Ahora
yacemos en esta cama de estacas
esperando
un cadáver que llega nunca
un
cadáver que—según falsos testimonios—
escupe
en la mudez de su boca divina
palabras
de humo
en
el corazón de sus muertos
De
“El otro desierto”
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