A
veces, si uno duerme
el
otro, medio desvelado vigila.
Fiel
al turno y extenuado
no
cede en el ignoto sagrario.
Como
un portero de noche
como
un centinela inclinado
sobre
el rehén, que en cada
de
su respiración se sobresalta, cuidando
sobre
el filo de la espada
que
no lo conduzca a la injuria
tanto
arrastrarse
en
el precario esplendor
de
la hierba tranquilizante.
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