La
casa
Me
adentraba en ella -ante mí en la cubierta del libro-,
en
su planta cuadrada y un silencio en sus muebles que adivino o invento:
podría
pintarla como cuando era niña y abrir con una cuchilla sus ventanas,
porque
ella era mi mundo inserto en otro mundo de intimidad discreta
que
yo invadía y daba a los demás.
Lo
que en ella pasaba -un perro, una bombilla- me resultó feliz.
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