Nuestros
primeros padres
Ay,
hermanos,
los de antes,
los de siempre,
los de nunca,
los que no han tenido tiempo
ni tienen historia.
Aún
están en los bosques,
hablan con los árboles
y responden las hojas
con una algarabía
de lenguas arcaicas
y hablan con las nubes
donde nacen los rayos
y los truenos responden:
Está bien, hermanos.
Enciendan
el fuego,
dibujen los tatuajes
quemando la piel
con el hierro encendido
y copulen día y noche
y engendren lagartos,
aves carniceras y monstruos marinos
y hagan correr la luna
con sus fantasmas adentro
en el oscuro rió
donde riela su sangre.
Y
mañana, mañana,
hagan salir el sol
y hagan crecer la yerba
con plegarias y canto.
Ay
hermanos, mis hermanos.
No estaban aquí cuando los dinosaurios
elevaban al cielo sus cabezas
y juntaban sus garras
y rezaban rodeados
por inmensos helechos.
Pero
quizá en un ruedo,
tomados de las manos
ya estaban ustedes,
transparentes, tan sólo en espíritu,
y resistían, por eso,
al peligro de muerte.
Ay,
hermanos, mis hermanos,
después no sabemos
cómo vino el caos
y vino la muerte
y les dio permiso
de vivir un instante
y los condenó a morir
cuando estaban a punto
de encontrar el secreto.
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