Fiesta
Recuerdo
tu ojo
sediento
de formas
en
los prados del sueño
la
avidez de tu pecho
en
la oquedad de la hierba
y el
humo ascendente
por
las paredes de la noche
apenas
abierta
como
fruta suicida
Allí
en
el arroyo
susurraban
criaturas
ajenas
al entendimiento
extrañas
a la costumbre
de
la materia forjada
en
la crueldad del día
Era
una melancolía recién nacida
en
el nido de nuestros cuerpos
Venid
a mí, decías
y
ofrecías tu magra carne al frío
ignorando
aquel astro desconocido
que
incendiaba tu vientre
y lo
volvía lámpara votiva
para
el dios de mi siglo
lenta
maduración de la dicha
tiempo
derramado como flores
De: “El
hueso de los días”
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