Y todos decís no
reconocerme…
no… es que nunca me habíais conocido.
Mario Míguez
Cuando yo era un niño tenía un nombre,
pero
pocos eran los que me nombraban.
Por eso incesantemente me palpaba el cuerpo,
me pellizcaba el brazo, abofeteaba mis mejillas
o buscaba mi reflejo en los cristales.
Yo creo que sí existía,
porque los ojos del reflejo miraban a mis ojos
y sus labios me nombraban y decían muy bajito:
¿eres tú el niño de las palabras apagadas?
¿el que deja caer la voz por un cordel
y tiene las manos inundadas de arena?
Por eso sé que sí existía,
y porque camino de la escuela
agotadas las miradas hacia atrás,
vaciaba la arena tras mis pasos
construyendo una prolongación hasta esa isla
donde el agua brotaba magnífica y templada.
Cuando yo era un niño sentía pudor de mis fronteras
y buscaba un razonable bienestar en la de otros,
pero el precio quebraba el ángel de cristal
que asumía la lluvia
como un náufrago el mar.
De: Los motivos del ventrílocuo
No hay comentarios:
Publicar un comentario