El diablo y las campanas
Cambia
la luz. Podrías
absolverla ahora
que tiritan los tigres
atravesados por lanzas
muertas. Podrías
acudir al cristal
y su ojo azul para bruñirlo.
Suplicar al plomo
que custodia las ventanas
para que las figuras
representen verdes
santos, apóstoles, colinas.
De rodillas quejarte sin creer.
Arremeter contra los cálices,
dar puntapiés a las columnas,
desgarrar las cortinas ajadas
que velan un misterio.
Y sin embargo, ¿adónde
irías luego?, ¿dónde,
señalado, esconderías la espada?
¿En qué mazmorra oculta,
en qué sótano incendiado
por el chillido rojo de las ratas
podrías ovillarte hasta morir?
¡Ah! Deja que te acompañe.
Doblan las campanas,
pero
no son por ti.
De: “Las consecuencias”
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